El Alcohol y la Depresión
En esta entrada trataremos sobre el trastorno depresivo que nos lleva a experimentar el consumo de alcohol que exceden los límites dietéticos y sociales aceptados por la comunidad.
La experiencia que sentimos al día siguiente de su ingesta depende de varios factores como la frecuencia de su consumo, la graduación de la bebida, las características idiosincrásicas de la persona o la cantidad consumida a lo largo del día/noche o del fin de semana entre otras.
La mayoría de las personas suele experimentar lo que coloquialmente denominamos como resaca que conlleva además del malestar fisiológico como dolor de cabeza, problemas estomacales o los mareos y vértigos, un estado de alteración importante del estado de ánimo que se caracteriza por padecer una disminución significativa del interés o del placer por todas o casi todas las actividades que nos atraían y estimulaban anteriormente al consumo de alcohol.
Esto se produce porque el alcohol actúa como un depresor del sistema nervioso central con propiedades sedantes y efecto anestésico sobre algunas áreas cerebrales encargadas del pensamiento, la respiración, las conductas o la frecuencia cardíaca alterando su actividad de manera significativa. Además, el consumo regular de bebidas alcohólicas tiene efectos perjudiciales sobre la neuroquímica cerebral y en concreto sobre la serotonina que influye en casi todas las funciones cerebrales que regulan el sueño, el deseo sexual, el apetito, la temperatura corporal, el dolor, la actividad motora, los ritmos circadianos o las funciones neuroendocrinas y cognitivas. En dosis bajas nos puede llevar a experimentar estados de relajación, tranquilidad, euforia, asertividad e inhibición comportamental pero hay que dejar claro que no hay un consenso sobre un nivel seguro de consumo de alcohol por lo que cualquier cantidad puede llegar a implicar un riesgo significativo para la salud.
Una persona con una intoxicación media producida por el alcohol presenta múltiples problemas a la hora de conducir un vehículo porque, además de la desinhibición, se produce una significativa reducción de la capacidad para juzgar y razonar los estímulos visuales, auditivos y de cualquier tipo que suelen encontrarse los conductores. Como consecuencia de la depresión en áreas cerebrales responsables de los mecanismos de control inhibitorios, el pensamiento se muestra de manera desordenada con un mal funcionamiento de áreas fundamentales del cerebro que ayudan a tener un control sobre nuestras conductas y que por los altos niveles de alcohol en la sangre causan comportamientos de expansividad, juicio deteriorado, atención dispersa, locuacidad y sensación de embotamiento, verborrea, visión doble o distorsiones en la percepción entre otras.
Algunos de estos efectos continúan presentes incluso después de varias horas de interrupción de ingesta de alcohol aunque lo más normal es que pasadas las 24 horas vayan desapareciendo o vayas recuperando las habilidades que se encontraban mermadas. No hay fórmulas mágicas para evitar el malestar o la resaca después de la ingesta de alcohol pero tendrás menos probabilidades de sufrir sus efectos si te alimentas antes de ingerir alcohol, limitar el consumo con la toma de otras bebidas no alcohólicas entre una copa y la otra, además de ingerir de manera pausada y dejar de beber alcohol antes de llegar a un estado de embriaguez. Para ello debes saber cuáles son tus límites de consumo. Según los datos que figuran en la página del ministerio de sanidad para los hombres sanos sería unos 20 gramos alcohol/día (1/2 litro de cerveza) y para las mujeres 10 gramos alcohol/día (caña de 250ml).
Recordar que la moderación garantiza la prevención de los signos de malestar que nos ocasiona la resaca y el buen descanso también es un factor protector frente a la misma. La mejor recomendación es prescindir de cualquier cantidad de alcohol y máxime si crees que estás consumiendo demasiado.
Para terminar hemos de indicarles que los trastornos por consumo de alcohol y los trastornos del estado del ánimo como la depresión se pueden tratar a través de profesionales especialistas que con la evaluación de cada caso en particular llevará a cabo un tratamiento combinado no farmacológico a través de psicoterapia y farmacológico en caso necesario.
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